Aunque la teoría del apego surgió en los años 50 para explicar las
relaciones que se establecen en la infancia entre el menor y sus
cuidadores principales, recientemente se ha ampliado su utilización para
la compresión de otro tipo de relaciones establecidas a lo largo del
ciclo vital. Así, algunos de los procesos socio-emocionales que tienen
lugar durante la adolescencia pueden entenderse mejor a luz de dicha
teoría, y pueden verse influidos por el tipo de apego que se estableció
en la primera infancia.
Uno de los procesos que se ponen en marcha con la llegada de la
adolescencia es el distanciamiento afectivo con respecto a los padres y
la búsqueda de una mayor autonomía personal por parte del adolescente,
algo que suele generar un aumento de la conflictividad en el hogar. Así,
son frecuentes las discusiones entre padres e hijos acerca de los
asuntos más variados, como la hora de llegar a casa, el desorden en su
habitación, el tiempo dedicado a estudiar, etc. Pues bien, hay datos que
indican que este distanciamiento emocional puede ser más complicado en
el caso de los chicos y chicas que establecieron durante la infancia
apegos de tipo inseguro.
Uno de los resultados más consistentes de la investigación reciente
es que los adolescentes con modelos de apego seguro manejan los
conflictos con sus padres implicándose en discusiones en las que ambas
partes tienen la oportunidad de expresar sus pensamientos, y que tratan
de encontrar soluciones a sus desacuerdos mediante fórmulas que
equilibren sus necesidades de mayor autonomía con esfuerzos por
preservar una buena relación con sus padres. Es probable que en estas
familias el proceso sea menos problemático porque estos chicos y chicas
tienen la confianza de que a pesar de los desacuerdos la relación con
sus padres se mantendrá intacta, ya que es más fácil y seguro discutir
con los padres cuando se sabe que se podrá seguir contando con ellos. Y
las discusiones y conflictos son una necesidad, ya que favorecen el
reajuste de las relaciones parento-filiales.
Sin embargo, el distanciamiento emocional de los padres puede
resultar especialmente estresante en aquellas familias con adolescentes
que desarrollaron modelos de apego inseguro. En estos casos la búsqueda
de autonomía puede ser experimentada como una amenaza para la autoridad
paterna o materna y para la relación parento-filial, y tanto los
adolescentes como sus padres pueden verse abrumados por la fuerte carga
afectiva suscitada por sus conflictos y desacuerdos.
Cuando se trata de adolescentes evitativos o autosuficientes, será
más frecuente que las discusiones se resuelvan de forma poco productiva y
que tiendan a evitar soluciones negociadas, siendo la retirada del
conflicto la estrategia más frecuente. Así, la menor implicación
afectiva con las figuras de apego que suelen mostrar estos sujetos será
un hándicap para la resolución de la tarea de renegociar las relaciones
parento-filiales, y más que reajustar la relación para atender sus
nuevas necesidades de autonomía a la vez que se mantiene un vinculo
positivo, estos chicos y chicas tenderán a rechazar y cortar la relación
con sus padres.
En cuanto a los sujetos inseguros ambivalentes o preocupados,
será más frecuente la implicación en discusiones muy intensas e
improductivas que terminan minando la autonomía del adolescente. Por
otra parte, estos sujetos tienden a sobredimensionar los problemas en
sus relaciones familiares, al menos por encima de lo que suelen percibir
sus propios padres o los iguales. Estas dificultades suelen mantenerse a
lo largo de toda la adolescencia, lo que suele entorpecer la resolución
de algunas tareas relacionadas con la autonomía personal. En este caso,
más que rechazar a sus cuidadores pueden permanecer excesivamente
atados a ellos, de ahí las dificultades que experimentarán en el logro
de la autonomía.
En definitiva, parece evidente que la seguridad en el modelo de apego favorece un distanciamiento de los padres más saludable.
Oliva, A. (2011). Apegoen la Adolescencia. Acción Psicológica, 8, 55-65.
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