¿Somos más inteligentes que nuestros padres y menos
inteligentes que nuestros hijos?
La buena noticia es que nuestros hijos serán más listos que
nosotros.
La mala es que cuando nuestros hijos descubran lo mismo,
también tendrán razón.
¿Nuestro cerebro no ha crecido?
El cerebro del hombre de las cavernas y el del moderno
hombre pesan lo mismo. Nuestros “circuitos cerebrales” no ha mejorado en tantísimos años.
¿Qué ha pasado?
Lo que ha pasado es que cada nueva generación es más capaz
en razonamiento abstracto (medido con el test de Raven) y matemáticas (medido
con el test Wechsler). Comparando las puntuaciones de los jóvenes de ahora con
las de los jóvenes de hace treinta años, y encontramos diferencias
significativas.
¿Cómo hemos llegado a esto?
Todos sabemos que en los países civilizados nuestros jóvenes
son cada vez más altos. Tenemos mejor salud y alimentación de más calidad y
abundante (salvaguardando la crisis). Es de suponer que nuestro cerebro también
se beneficia.
Especulamos entonces, que nuestra cultura es ahora más
compleja que nunca. El grado de escolarización es más elevado; y además estamos
inmersos en una cultura increíblemente compleja y diversa, en donde exportamos
e importamos información continuamente y a toda velocidad. Nunca habíamos
tenido tanta información sobre el mundo tan al alcance de la mano.
Y por último, está el pequeño detalle de que en nuestra vida
moderna no paramos de resolver nuevos problemas. Aprendemos a manejar un móvil,
se nos rompe, aprendemos otro distinto, y luego otro... pasamos de la bici a la
moto y al coche, desciframos los planos de metro, autobús y tren de ciudades
distintas porque cada vez viajamos más y desde más jóvenes, los ordenadores no
dejan de cambiar, oímos idiomas distintos, continuamente llegan nuevas
tecnologías que nos fuerzan a aprender nuevas formas de hacer las cosas cada
día.
Lo cierto es que la vida moderna nos obliga a entrenar
nuestra inteligencia continuamente.
Entonces, ¿somos más listos o no?
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