domingo, 3 de febrero de 2013

La aceptación: ¿Acto de resignación o de coraje?


¿Cuántas veces hemos escuchado a las otras personas decirnos que tenemos que aceptar? Se presupone que debemos aceptar los errores de los otros y los nuestros, la impotencia para cambiar muchas cosas que desearíamos fuesen diversas, el hecho de que tenemos ciertos límites… En fin, siempre habrá una persona en el mundo que nos afirme que debemos aceptar algo, incluso, de vez en cuando el tono con el cual nos hace llegar esta idea nos da a entender que no sólo debemos resignarnos sino además, sentirnos satisfechos. Algo que, obviamente, nos resulta del todo insensato.
 Es por ello que me ha resultado interesante la definición de la aceptación brindada por Guardini: “no se trata de un pasivo y débil padecer todo, sino que se trata de ver la verdad y de disponerse a considerarla, resueltos naturalmente a la fatiga y, si es necesario, a la lucha por ella”.
 Tradicionalmente comprendemos la aceptación como un fenómeno relacionado con el tolerar lo mal hecho, con la mediocridad y el conformismo pero lo cierto es que aceptar algo (independientemente de lo que sea) es un acto de coraje que implica que hemos finalmente comprendido la realidad y nos decidimos a lidiar con ella. Aceptar una situación implica no sólo comprender una idea desde el punto de vista cognitivo sino también compartirla desde la perspectiva emocional.
 Así, la aceptación genuina presupone el hecho de aceptar las cosas por lo que son pero también por lo que no son. Y esta frase no se trata de un simple juego de palabras sino que realmente encierra un sentido muy profundo ya que usualmente aceptamos el fenómeno porque nos sentimos incapaces de cambiarlo pero este acto implica que asumimos una actitud pasiva donde no estamos del todo satisfechos con la elección que hemos hecho.
 Al contrario, cuando aceptamos un hecho, con las implicaciones que el mismo tiene para nosotros, estamos asumiendo una actitud activa ante la vida. De esta forma, la aceptación genuina nos brinda la posibilidad de ver el mundo con otros ojos y de desempeñar un papel activo ante el mismo. Cambia nuestra posición, de víctimas pasamos a protagonistas.
 Por supuesto, el proceso de aceptación suele ser largo y no es para nada sencillo porque en muchas ocasiones implica un cambio en nuestro sistema de valores, en aquellas creencias que dábamos por ciertas y que le daban un orden lógico a nuestra vida. Sin embargo, según palabras de Guardini: “El principio de cualquier propósito y conquista moral está en el reconocer aquello que es; incluyendo los errores y los defectos. Solamente si decido lealmente llevar el peso de mis defectos, alcanzo la seriedad y sólo en un segundo tiempo puedo entonces comenzar el trabajo para la superación”.

Fuente:
Guardini, R. (2001) Virtù: temi e prospettive della vita morale. Brescia: Morcelliana.

1 comentarios:

El texto tiene gran parte de razón el lo que dice, pero se me ocurre una pregunta. ¿Y cómo se yo cual es mi verdadero límite y cual es simplemente un obstáculo que debo superar?
Es muy fácil practicarlo en la teoría, pero una vez llegada la práctica considero que si un determinado numero de personas decidiera llevarla a cabo, muchas de ellas quedarían en apenas un mínimo porcentaje de su capacidad.
Bien es cierto que es algo para lo que se necesita mucho coraje, pero también creo que muchas personas se acogerían a ello como una excusa para no esforzarse o peor aún,para poder quedarse en un nivel por miedo de poder fracasar en el intento de superar el siguiente.

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